Ha llegado la hora de destruir todos los relojes
y crear un mundo nuevo incluso sin usar el sol
habrá que reinventar la electricidad
para saber que se han agotado
los recursos naturales
incluso de las tormentas caerán rayos helados
que nos impedirán imaginar el fuego
estamos desnudos y los últimos pájaros
arrojan pétalos negros
en el lecho seco del Amazonas
© Fernando Sabido Sánchez
Quiero verte apartada de ese mundo
en el que te has implicado sin saberlo
creando personajes que sobreviven
disimulando gestos y silencios
quiero imaginarte mirando de reojo
o deambulando arropada por la niebla
escaleras arriba abrazando causas
y redactando manifiestos
que indaguen en tu alma
quiero saber que sueñas
como la niña que al conocer se asombra
y poner mi mano en tus mejillas
sin tener que imaginarme las caricias
quiero asomarme a tus ojos cada noche
para oler tu perfume de aire y mar
sin tener que pedir perdón al infinito
y disimular mis emociones
en las aristas del tiempo más cobarde
© Fernando Sabido Sánchez
Cuando vuelvas de vacío me buscarás
junto a tu estatua de hielo abandonada
cuidando el nido lastimado de los dátiles
alguien ha sembrado de hogueras
los caminos embarrados del jardín
para borrar definitivamente mi rastro
© Fernando Sabido Sánchez
¿Eran necesarias palabras tan hirientes
para justificar tu desamor?
la herida es en este instante dulce
a pesar de que no olvido
tu frialdad al pronunciarlas
y me supongo insensible
desafecto
tal vez porque recorro inconsciente
sólo los bordes más benevolentes del recuerdo
imagino los estragos homicidas en mis sueños
o la sangre que circula por mis venas
ignorando al pulso
escribiéndote desde el aire
unos incomprensibles pensamientos
con las agujas de un tiempo concluido
también sé
que seguir amándote no es imposible
porque me repugna asesinar a la memoria
y que mi sangre al mismo tiempo se coagule
me niego a escribir en mi diario tus exequias
© Fernando Sabido Sánchez
Has cerrado tus ojos y apretado los labios
y te ovillas como una niña recién alumbrada
aunque tu rostro apesta a tristeza
puedo arrancar de tu pecho el hierro negro
hacer que tu cuerpo no muera
pero no es fácil sanar un corazón mordido
¿sabes?
muerden los que hieren la amistad
y se llevan las palabras sin pagarlas
© Fernando Sabido Sánchez
No debo permanecer un día más en la fragilidad
y ni siquiera recuerdo de qué huía
cuando acepté implicarme en este desorden
o sentarme a tomar el sol con los ancianos
una mujer me cerró la puerta de su casa
sin querer escucharme
y me siento capaz de recomponer en otro lugar
las piezas desgastadas del rompecabezas
© Fernando Sabido Sánchez
Muere la tierra quemada
bajo el asfalto que niega el latido de los árboles
buscando el agua secreta del invierno
en la ciudad que suplanta de cemento
a la naturaleza
la niebla es humo de automóviles
y la lluvia golpea los espejos de cristal
que abrazan a las oficinas
han repoblado de videocámaras las calles
huecos ojos digitales que espían
la soledad desplomada de la multitud
y la inclemencia de lo cotidiano
se desvela morbosa
desde la caverna irreverente de los patriotas
los ciudadanos sólo son un código
náufragos que regresan a sus jaulas
en impersonales ascensores
en la memoria silenciosa de otra noche
las sirenas de la policía
perturban la frágil intimidad de los sueños
© Fernando Sabido Sánchez
Estás ausente y tu boca
niega la risa al amor recién nacido
y a las palabras de fuego
que no alcanzan a llamar a mi puerta
para quedarse
rozas al deseo con descuido
como si esperaras que la lluvia
lave la claridad de tu cuerpo
e invisible puedas esconderte
en un puñado de tierra
luego te abrazarás a la nieve
para que escape sin humillarte
el calor de nuestras noches
pero esta vez te gritará la soledad
y creo que tú lo sabes
© Fernando Sabido Sánchez
Déjame ocultarte
de una multitud frustrada
en el refugio de los acantilados de un océano
descifrando los latidos duplicados
de las mareas
volverás al inicio
envuelta en el misterio del eclipse
exorcizando las voces de los que te murmuran
cuando abrazas la vida con tus sueños intactos
© Fernando Sabido Sánchez