Boletín Argentino
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Homenaje al poeta Francisco Urondo en Madrid
El próximo jueves 15 de marzo, se realizará en Madrid, un Homenaje a Francisco Urondo ( Santa Fe, 1930 - Mendoza, 1976 ), quien además de una obra poética descollante, llevó a cabo en su vida intensas tareas periodísticas y universitarias, escribió guiones para cine y obras de teatro, relatos y novelas y fue un activo militante revolucionario. En el mismo acto, se presentará el libro del Dr. Hernán Jaime Fontanet: " Francisco Urondo y su poesía: Un arma cargada de futuro " (Ediciones Juan de la Cuesta, USA, 2011), monográfico que amplía el ensayo ya aparecido como tesina filológica en " Poéticas del Exilio Argentino " ( Universidad Complutense, Madrid, 2005 ). Además del autor del libro, participarán los poetas Sebastían Fiorilli, Carlos Hugo Mamonde, Fernando Sabido Sánchez y Martín "Poni" Micharvegas, quienes leerán textos propios y otros llegados en adhesión a la memoria del poeta asesinado, de los argentinos Miguel Páez ( Bruselas, Bélgica ), Carlos Sánchez ( Folignano, Italia ) y Gabriel Impaglione ( Cerdeña, Italia ). La cita es en el Café Literario "Diablos Azules", calle Apodaca, 6 ( Metro Bilbao ), a las 20 horas. Entrada libre.
libro del Dr. Hernán Jaime Fontanet: " Francisco Urondo y su poesía: Un arma cargada de futuro " (Ediciones Juan de la Cuesta, USA, 2011)
Introducción
Unos pocos meses después del último golpe militar en Argentina, el 24 de marzo de 1976 –que depone al débil gobierno de “Isabel” Perón e instaurara siete años de terrorismo de Estado a través del de facto Proceso de Reorganización Nacional, bajo la conducción de los ex militares Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti–, un muy querido intelectual e inexperto guerrillero llamado Francisco “Paco” Urondo es enviado a la provincia de Mendoza con el objeto de reconstruir el aparato logístico militar de Montoneros, la organización guerrillera más grande y organizada de Latinoamérica en la década de los 70.
A los pocos días de su llegada a la Ciudad de Mendoza, Urondo es asesinado, añadiendo su nombre, como señala Mario Benedetti, a la lista de los no-menos-de-30 poetas ajusticiados en Latinoamérica por su compromiso con las causas revolucionarias.
En 1976, cuando finalmente muere, Urondo ya había publicado más de diez libros de poesía, un ensayo, una novela, varios cuentos, una antología, sus obras de teatro ya habían sido representadas ampliamente con mucho éxito, había escrito guiones de cine y televisión y letras de canciones, se había convertido también en una figura conocida en el medio periodístico, habiendo publicado sus trabajos en numerosos periódicos y revistas especializadas, como Clarín (1967), Panorama (1968), Cuadernos Hispanoamericanos (1970), La Opinión (1971), Prensa (1972), Noticias (1973), Crisis (1973), Primera Plana (1974), El Auténtico (1975), e Informaciones (1976). En 1976 Urondo ya había ganado premios de poesía nacionales e internacionales, había incluso aumentado su exposición pública desempeñándose como funcionario en diversos ámbitos de la cultura, sirviendo, por ejemplo, como Director del Departamento de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral en 1957, como Director General de Cultura del Ministerio de Cultura de Santa Fe en 1958, y cuando asume el cargo de Director del Departamento de Literatura de la Universidad de Buenos Aires en 1973. Como si todo esto fuese poco y no bastase para abortar la descabellada misión de enviarlo a Mendoza en calidad de militante guerrillero clandestino, Urondo ya había reconocido públicamente su participación como activo miembro del grupo armado revolucionario, Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, en 1973 cuando es arrestado.
“Enviar a Urondo a Mendoza fue un terrible error”, escribe Rodolfo Walsh, un prestigioso escritor y compañero Montonero de Urondo. La muerte de Francisco Urondo fue absolutamente imaginable. Su fama internacional, ganaría muchísima trascendencia cuando es encarcelado en la prisión de Villa Devoto en 1973 por su actividad guerrillera. Apenas es arrestado en aquel entonces, un comité de solidaridad se organiza inmediatamente en París, Francia, y cientos de intelectuales de todo el mundo se solidarizan con su causa y reclaman su inmediata libertad. La solicitada aparecida en los principales periódicos de Europa es firmada por Marguerite Duras, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Regis Debray, Pier Paolo Pasolini, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Jorge Semprún, Alberto Moravia, Natalie Sarraute, Paco Ibáñez, Malitte Matta, Arturo Jauretche, Juan Gelman, Leónidas Lamborghini, Rodolfo Walsh, David Viñas, Leopoldo Torre Nilson, Leonardo Favio, Leónidas Barletta, Julio Cortázar (quien también publica la conocida “Carta muy abierta a Francisco Urondo” en el periódico francés Libération), y muchos otros.
Por todas estas circunstancias –por su trascendencia pública, por su anterior residencia en Mendoza durante sus años de juventud y por su conocida militancia revolucionaria– su viaje a Mendoza significaría casi una sentencia de muerte.
A pesar del final bastante predecible, Urondo acepta la orden de Montoneros y se marcha inmediatamente a Mendoza, ignorando la oferta de su padre, quien le ofrece una fuerte cantidad de dinero para que abandone el país. Una vez situado en Mendoza, según palabras de Ernesto Jauretche, Urondo advierte que la situación es peor de lo pensado y que no cuenta con el apoyo prometido.
En Mendoza había caído la conducción. Mendoza era una realidad compleja y por eso Paco pidió que lo pongan al tanto de lo que pasaba. Necesitaban saber y nadie sabía nada; lo único que sabía era que la mayoría habían caído presos.
La noticia sobre el asesinato de Urondo no se hace esperar. Urondo muere apenas unos pocos días después de su llegada a Mendoza, el 17 de junio de 1976, en una emboscada que finaliza con una cinematográfica persecución automovilística.
Los sucesos transcurren de la siguiente manera. Urondo iba conduciendo un coche Renault 6 color azul claro junto a su esposa Alicia Raboy, su hija Ángela –de menos de un año de edad– y una compañera de la organización Montoneros cuyo apodo era La Turca. Se dirigían al Departamento de Guaymallén, contiguo a la Ciudad de Mendoza, para encontrarse con otros compañeros de la organización. La cita estaba envenenada, lo que significaba que las fuerzas represivas estaban al tanto de la misma. La Turca recuerda los detalles de la emboscada que derivaría en los trágicos sucesos de aquella tarde.
Estábamos en emergencia porque Varguitas, un compañero que vivía con nosotros, había caído y tuvimos que levantarnos. Otro compañero, Martín, había desobedecido la orden de no volver a la casa y a la semana de caer Varguitas, la cana lo levantó en ese lugar. Ese Martín (que ahora sé que se llamaba Aníbal Torres) era un ex comisario de San Juan que se hizo monto. Al caer se quebró y volvió al primer amor [la policía].
Urondo y sus pasajeras notan de inmediato la presencia de personal policial vestido de paisano, camuflados entre los vecinos, expectantes y alertas. Después de un breve instante La Turca reconoce a Martín –el compañero que había sido arrestado días atrás– dentro de un coche color rojo, que había sido secuestrado a la organización Montoneros en un operativo anterior. La persecución se precipita y el caos se desata. Urondo aprieta el acelerador del coche a fondo e intenta escapar a gran velocidad por las tranquilas calles de Guaymallén. Comienzan los disparos de los persecutores que duran aproximadamente unos veinte minutos. La Turca es malherida en una pierna y Urondo en la espalda.
El coche de Urondo comienza a detenerse lentamente. Le da tiempo a descargar a sus pasajeras. Alicia Raboy corre y se mete dentro de un corralón de materiales de la construcción. Se las arregla para entregar su bebé a uno de los empleados del local comercial antes de ser detenida y apresada por la policía. La Turca escapa, tras trepar una pared y cruzar un descampado. Urondo quien fuera severamente herido permanece en el coche y continua a una velocidad cada vez menor. Sabiendo que su captura es inminente toma la pastilla de cianuro que tiene preparada en su bolsillo, siguiendo las órdenes de la organización Montoneros para evitar la tortura y la posterior delación de sus compañeros. Sin embargo, la policía lo captura con vida y lo asesina en la vía pública, después de obligarle a beber gasolina para que escupiese o vomitase el veneno. Acto seguido le disparan en la cabeza, para luego, inferirle un fuerte pisotón y finalmente un golpe en la cabeza con la culata de un rifle.
Carlos, el dueño del taller mecánico situado frente al lugar donde es asesinado Urondo, presencia los hechos y confirma lo ocurrido:
El hombre [por Urondo] ya traía un disparo en la espalda, en el costado izquierdo. Se bajó la mujer [Alicia Raboy] con la bebita y salió corriendo y le tiró la bebita a uno de los hombres del corralón. La otra mujer [La Turca] salió corriendo y pasó por al lado mío. Venía gritando con desesperación: ‘¿por dónde me escapo? ¿por dónde me escapo’. Entonces la guié por un callejoncito que da a una cuadra y al final había una pared de adobe muy bajita…
Yo vi que uno de esos militares se acercó al hombre que había quedado en el Renault 6, lo agarró de los pelos y le puso el revólver en la cabeza y disparó. […] Uno de los militares dijo ‘ya está’ y el otro le contestó ‘no, qué va a estar’ y lo volvió a tirar al suelo. Cuando Urondo cayó al suelo le pisaron la cabeza. Después vino otro y con una culata le pegó en la cabeza; pero ya tenía un disparo en la cabeza y otro en la espalda.
Francisco Urondo está muerto… como resultado de la misma serie de sucesos que condujo a la mayoría de los militantes de izquierda a su detención y posterior desaparición y asesinato: “[…] las caídas en cadena, las casa que hay que levantar, la delación, finalmente la cita envenenada”.
La autopsia de Urondo confirma el testimonio del testigo Carlos: dos disparos, uno en la espalda, el otro en la cabeza, que producen “[…] desgarradas múltiples en cráneo, gran hematoma en región ‘submentoniana’, herida desgarrada en pabellón auricular izquierdo” y “[…] fractura estrellada producida con la cacha de una 45. Un culatazo”.
En su certificado de defunción Urondo es inscrito como N. N. (sin nombre). Su hija Ángela es trasladada a la Casa Cuna Número 1 de la Ciudad de Mendoza para que se disponga su inmediata adopción ilegal. Nada se dice oficialmente del paradero de la todavía “desaparecida” Alicia Raboy. Sólo se sabe que es conducida al Departamento 2 de Inteligencia, (D2), uno de los siete centros de detención clandestinos que operaba en Mendoza, dirigido en aquel entonces, por el Jefe de Policía, vicecomodoro Santuchone.
La noticia que se publica en el periódico local dice “Abatieron en Mendoza a un delincuente subversivo. Usó como escudo a un niño. Planeaban atacar comisaría”.
“Algo”
con tu muerte
algo vendrá
algo que jamás sacudió
tu conciencia
no importará
la tierra que te rodea
el árbol que te soporta
el agua que admitió tu pereza
no será algo
que ahora retumba en tu memoria
ni las resonancias que prefirió olvidar
vendrá algo sin vínculos
una lluvia sin pasado
sin gestos censurables
o bondadosos
no estará en juego
tu salvación
tampoco el olvido
ni el arrepentimiento
el “ángel tuerto”
no vendrá a consolarte
no será necesario
y olvidarás también el consuelo
para tu corazón
no habrá consuelo el día en que caigas
no habrá estaciones
ni pájaros
ni trenes
ni alcohol
ni sangre penosa que aguantar
no por eso habrá descanso
el día en que llegue algo que no suponías
algo que vendrá a reclamar
el lugar en el mundo
que supiste negarle
una indescriptible culpa
haciendo estallar las huellas
que minuciosamente lograbas distribuir
ningún rastro
con tu muerte
vendrá una nueva
y desconocida vergüenza.
La poesía de Urondo podría haber evolucionado valiosamente de infinitas maneras si su vida no hubiese sido cortada abruptamente. Su trabajo, que había ido desarrollándose constantemente hasta sus últimos días, trajo un fresco aire nuevo al campo poético argentino. No ha habido desde la publicación de la última Revista Martín Fierro en el año 1927 ningún movimiento trascendente que fuera más allá de la mirada solipsista e introspectiva a la que estaba habituado el lector rioplatense de principio del Siglo XX. No es hasta el año 1945, fecha en que emerge el Peronismo en el orden político, social y cultural argentino, que los nuevos movimientos poéticos y las revistas literarias de vanguardia comienzan con vigor a revivir el decaído panorama de las letras argentinas. La obra de Urondo y de muchos otros, que pertenecieron a las generaciones innombradas y perdidas de las décadas de los 50 y los 60, son un buen ejemplo de ello. Estos movimientos y revistas, como Poesía Buenos Aires (que se funda en 1950) y Zona de la poesía americana, donde Urondo participa muy activamente, desarrollan una gran tarea inaugural que contribuirá decisivamente, al tan esperado nuevo panorama poético argentino.
Luego vendrán muchas otras publicaciones que colaborarían también trayendo las nuevas tendencias a la Argentina, publicando por primera vez profusamente a escritores de la talla de Pablo Neruda, Paul Eluard, Tristan Tzara, René Char y Vicente Huidobro –quien promoviera y trajera a Buenos Aires por primera vez la estética del movimiento creacionista–.
Después de la fundación de Poesía Buenos Aires en 1950, comienzan a salir a la luz numerosas publicaciones como Conjugación de Buenos Aires –fundada en 1951 por Edgar Bayley y Juan Carlos La Madrid–, A partir de Cero –fundada por Enrique Molina y Aldo Pellegrini en 1952–, Letra y línea –que constituyó la continuación de Que y fue fundada en 1953 por Aldo Pellegrini y donde colaboran escritores de la talla de Enrique Molina, Oliverio Girondo, Tomas Maldonado, Juan Carlos Onetti y Osvaldo Svanascini, entre otros– y finalmente Contorno –que también nace en 1953 y cuenta con la dirección de los hermanos David e Ismael Viñas, además de varios colaboradores notables entre quienes se destacan Noé Jitrik y Juan José Sebreli–.
Los primeros trabajos de Urondo [La Perichole (1954), Historia antigua (1956), Lugares (1961), Dos Poemas (1959) y Breves (1959)] están fuertemente influenciados por el surrealismo, especialmente por la corriente hiper-vitalista del surrealismo y por el invencionismo hiper-artístico. Sus estrategias líricas en aquel entonces recreaban la tradición precedente, la ensanchaban, la hacían más versátil pero de ninguna manera contraponían abiertamente una nueva y remozada forma de decir y hacer poesía. Urondo tardaría varios años hasta poder ofrecer una visión y una voz propia, autónoma de los movimientos que el canon literarios reglaba y legitimaba, e independiente del abuso que de las estrategias introspectivas y elegíacas se cometía y que tanto criticaría luego el propio Urondo.
Desde Nombres (1963) hasta el final de su carrera, la obra de Urondo mostraría un giro notable, más acorde a las tendencias ligadas al innovador movimiento coloquial, tan en boga en los círculos progresistas de los 60. Esta propuesta irrumpe con una poesía más vinculada a la realidad circundante, al punto de ser considerada y denominada en algunos círculos como una poesía hiper-social o neo-popular debido a su constante compromiso con la realidad cotidiana urbana. En esta nueva etapa, Urondo va a ofrecer lo mejor de su producción poética, inaugurando una nueva forma de poetizar la convulsa realidad nacional. Su propia voz, en toda su dimensión coloquial, se va a llenar de elecciones, de colores renovados y nuevas miradas de lo cotidiano que hasta entonces parecían sentenciadas a una única manera de ser. Este coloquialismo social invade así todos los aspectos de su obra con una clara intención, modificar la realidad nacional inmediata, modificando primero a sus lectores.
El estilo creado por Urondo retoma alguno de los brillantes métodos retóricos utilizados por los movimientos de principios del siglo XIX y XX en el Río de la Plata. Me refiero concretamente a la vanguardia de la literatura Gauchesca y al Sencillismo respectivamente. La obra de Urondo se inspira en una variedad de escuelas y tradiciones literarias, que toma tanto del sencillismo de Baldomero Fernández Moreno (1886-1950), como de la Escuela de Boedo donde sobresalía especialmente Raúl González Tuñón (1905-1974). También es importante destacar la obra de otros grandes escritores reivindicados por el santafecino como Oliverio Girondo (1891-1967) y por supuesto, su amigo Juan Laurentino Ortiz (1896-1978), de quien Urondo tomaría su ‘nombre de guerra’, “Ortiz”.
Todas estas estrategias discursivas, métodos retóricos e influencias variadas formaron parte de los intentos del poeta santafecino por crear un movimiento que portara los valores de una nueva conciencia moral como uno de sus principales objetivos. La poesía conversacional, junto a toda la rica imaginería aportada por el realismo coloquial, conformarían los dos grandes pilares de su poética, situando a Urondo en un lugar de privilegio en la historia de la poesía nacional. Este “nuevo realismo”, como algunos lo han calificado, incorpora lo menos retórico del movimiento Antipoético, y rechaza toda forma de realismo precedente. Ya que ni el Naturalismo como emergente del Realismo Burgués, ni el Realismo Socialista, promovido especialmente en las ex Repúblicas Socialistas Soviéticas, formarán parte alguna del entramado poético de Urondo.
La contribución mayor de Urondo a los movimientos de vanguardia posteriores se verá cristalizada en lo que más tarde se conocería bajo el nombre de Literatura Comprometida Latinoamericana. Entre los escritores que bien pueden asociarse a este tipo de poética, Urondo especialmente prefiere a aquellos latinoamericanos que como Nicanor Parra (Chile 1914), Ernesto Cardenal (Nicaragua 1925), Javier Heraud (Perú 1942-1963), Enrique Lihn (Chile 1929-1988), Antonio Cisneros (Perú 1942), Roberto Fernández Retamar (Cuba 1930), Jorge Enrique Adoum (Ecuador 1926-2009), y especialmente Roque Dalton (El Salvador 1935-1975) continúan la tradición de denuncia y compromiso social.
Después de la muerte de Urondo, su amigo y compañero de lucha Rodolfo Walsh va a escribir una sentida carta, para honrar la memoria del poeta, acaso sin saber que otro, a los nueve meses, escribiría la suya propia.
Mi querido Paco:
[…] En estos días que han pasado desde que te mataron, me he preguntado qué es lo importante de tu vida y de tu muerte, qué cosa te distingue, qué ejemplo podríamos sacar, qué lección nos dio Francisco Urondo.
Tengo una respuesta provisoria en las cosas evidentes que pudiste ser y en las más desconocidas que elegiste.
Llegaste a los cuarenta años con la pasta de los grandes escritores, que no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir. El problema para un tipo como vos y un tipo como éste, es que cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la memoria, la injusticia, la soberbia de los ricos, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir.
Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en La Habana, tenías amigos, lectores, traductores. Podías sentarte a ver desfilar en tu memoria el ancho río de tu vida, la vida de los tuyos, volcarlo en páginas cada vez más justas, cada vez más sabias. Con el tiempo, quién lo duda, habrías figurado entre esos grandes escritores que eran tus amigos, tu nombre asociado al nombre de tu país, pedirían tu opinión sobre los problemas que agitan al mundo.
Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada. Lo que era tuyo era fruto de tu esfuerzo, pero igual lo consideraste un privilegio y lo fuiste regalando con una sonrisa. […]
El presente trabajo consta de cuatro capítulos que intentan recorrer de forma rigurosa la vida y obra del poeta santafecino.
El capítulo primero, “La infancia del hombre”, recorre los primeros veinte años del poeta y su familia, el contexto socio-político donde Urondo se desarrolla, algunas anécdotas que retratan su personalidad y futuras elecciones de vida, así como sus primeros años en su Santa Fe natal y su posterior traslado a Buenos Aires.
El capítulo siguiente, “De la introspección elegíaca al primer coloquialismo”, como su nombre lo indica, da cuenta de una zona de transición delimitada por una poesía introspectiva e intimista contemporánea y una poesía más innovadora, coloquial y realista. Este capítulo, que aborda específicamente las vicisitudes del poeta durante la década de los años 50, recorre también sus influencias y primeros cargos públicos como funcionario en universidades y ministerios de cultura.
El capítulo tercero, “En busca de la palabra justa”, comprende la vida y obra del poeta durante la década de los 60. Se observa en estos diez años un mayor grado de compromiso social y una voz propia que comienza ya a mostrar signos de innovación, madurez y coherencia. Es en este periodo, que Urondo denomina como la etapa de la búsqueda de “la palabra justa”, donde el poeta va explorar los caminos de la televisión, la radio, la canción, el cine y el teatro.
El último capítulo, “Si ustedes lo permiten, prefiero seguir viviendo”, abarca los último años del poeta durante la década de los 70. En estos seis años Urondo va hacer los aportes más importantes a su vida militante. Se aboca de lleno a la lucha armada y a la militancia político social. Es encarcelado y luego amnistiado. Publica sus últimos poemarios y el libro de testimonios, La patria fusilada con gran repercusión en el ámbito periodístico. Trabaja en Noticias, pasa a la clandestinidad e interviene en las primeras acciones guerrilleras. Todas estas cuestiones, junto a las repercusiones sobre su muerte forman parte de las disquisiciones de este último capítulo del libro.
Como corolario de este recorrido bio-bibliográfico, el trabajo propone dos secciones más: “Conclusiones”, donde se destacan los aportes concretos de Urondo a la literatura nacional, y un apéndice que contiene un “Postfacio” de la escritora Alicia Kozameh, una “Panorámica de la obra de Francisco Urondo” –que abarca a modo de listado cronológico toda su producción artística, desde sus libros de poemas, cuentos, novela y ensayo hasta sus obras de teatro, sus guiones de cine, televisión y discografía– y finalmente la “Bibliografía” y el “Índice onomástico”.
Espero que el lector encuentre justicia en estas revueltas páginas.