Por: Carlos Hugo Mamonde (Poeta argentino)
Me he engañado un momento con tus poemas, Fernando, –siguiendo esa dirección de lectura que siempre marca todo título-…o tal vez el juego (que no “engaño”o suerte de intenso ‘trompe l’oeil’ o trampantojo – [aunque tu texto es escasamente barroco]…el engaño, digo, sea deliberado…sea un bien trabado laberinto del autor.
El desconcierto al que aludo es que no es un “libro de la muerte” como en la apariencia se muestra; antes bien, es un enfático libro de la vida, que se propone una lucha agonística contra la escandalosa muerte y los melancólicos sacerdotes de su idolatría.
El primer tercio del libro, de gran jovialidad y desmesura trágica, unamuniana, intensa… tenaz, en su enumeración del goce (la gran epifanía de la vida más vivida) que el autor arroja con desdén al rostro de lo finito; marcando la contradictoria grandeza humana con un arrebato de gran altura poética con ecos en la poesía latina…sonoro como una clarín en el desierto de lo real… y un punto felizmente báquica y sexuado; tiene la fuerza de los “Carmina ‘Burana”. Y la apuesta es análoga y muy alta… comamos y bebamos que mañana moriremos…
Tras el reto, el poeta se retira a su “espacio-de-la-literatura”…su castillo (allí donde jamás podrá entrar la Muerte; porque si algo no posee la muerte es el lenguaje…es muda, áfona, no puede articular el don de la palabra…a lo sumo hace pantomimas patéticas con la terrible tijera de ‘Átropos’, la menor de las Parcas…aquella que corta el hilo que alimenta Cloto y Láquesis enhebra).
La aventura del poeta es aquella tópica de la construcción de su subjetividad, amenazada por el eclipse de la muerte, construcción de su yo poético a través de las leves herramientas del lenguaje, pero que operan desde la fuerza del Deseo y del cuasi prometéico esfuerzo de acceso al ‘agalma’ socrático; que se adivina tras el goce –del lenguaje y la carne- como eje de la ‘iterabilidad’ de todo el libro.
No sobre otros materiales puede construir el hombre, cuando ha salido antropológicamente –y con enorme esfuerzo de voluntad y albedrío- a la intemperie y se manifiesta existente y ateo, con un ‘plus’ de felicidad y libertad en su canto que no habrá de olvidarse.
Esta es la inflexión desde donde se enuncia:
“Presiento que estamos enterrando
las viejas canciones de amor,
que el viento de la umbría
va deshojando nuestro libro
verso a verso
sin demorar el arribo de la muerte”
Tal es lo paradójico de la tensión de nuestro ser: podemos cantar las “viejas canciones”...ejercer la pura ‘poiesis” del amor (ninguna visión más alta)…pero siempre permaneceremos amenazados por un ominoso “viento” o por lo “umbrío” hasta ser prolijamente “deshojados” / desguazados en el instante críptico del ‘black out”.
Ese modelo ‘antihéroico’ de vivir, sin el consuelo de promesas de falsía, de beatitudes de altísimo costo eclesial, es propuesto por el poeta como una alternativa que “cura” incluso del dolor de estar vivo , siendo un ungüento de ensueños invisibles, pero maravillosamente salvífico para el náufrago (que todos naufragamos). Tal su poder…y sin tener que pagar las monedas de sangre de “juramentos apócrifos” ni la vergüenza de los “estigmas”:
“Recuerdo los gemidos del ensueño,
el ungüento invisible que nos salvó
a veces del naufragio sin juramentos apócrifos,
la infidelidad desprovista
de estigmas, las ascuas”
Y, ultrapasado el precio de los dioses, ya podrá la criatura:
“(…) vagar por paisajes inhóspitos”
pero serán paisajes otros, construcciones humanas de pura “algarabía” y existencia de “nómadas en una selva de pájaros “.
Tal es la verdadera promesa de la palabra poética, que no de la opresión de lo sagrado. Menos aún: la palabra del poeta es la palabra de la liberación en el campo carismático de lo profano del arte.
“(…) trepando la oscuridad
para ponerse a salvo de espejismos
baldíos “.
El proyecto poético de Fernando es ambicioso pero no se frustra, por la gran calidad de sus mimbres textuales y por la limpia mirada que penetra las cosas y los seres sin hesitación ni acoso; con multiplicado amor pero cierto voluntario ‘desapego’ que nunca puede confundirse ni con la ironía ni con el desdén. Entonces es cuando el libro todo entra de proa –a encallar, acaso, como es labilidad humana- en una playa última donde aguarda la muerte. Muerte si no vencida, ya domesticada y a la que le poeta sostiene la mirada –como nos pide Walter Benjamín para toda mirada humana que no sea frustración de la técnica… sino descubrimiento y sujeción del “aura” de lo existente. Y pisando seguro esa ardiente arena, Fernando dice lo que él ya sabe y con nosotros comparte:
“La muerte tiene personalidad propia
Cuando te mira a los ojos, sólo permite
que contemples impotente sus rituales
Si logras burlarla, ese instante preciso
se grabará en tu memoria para toda la vida
Incluso recordarás con ironía
que el día fue cálido y su célebre frialdad
una leyenda urbana”.
*Imagen: Portada del poemario «La muerte siempre culmina su trabajo» (2010) de Fernando Sabido Sánchez.
6 comentarios:
Habrá que comprar el libro, pues...las criticas son buenisimas..
Felicitaciones compañero!
Un beso grande!
~Charo Bustos~
Gracias amigo por tu regalo y felicidades.
Me alegro de que te hayan sabido leer, amigo, me alegro mucho.
Un abrazo muy ffueeerte!
Felicito a Carlos Hugo Mamonde por la claridad y maestría con que ha descifrado las entrañs de "La muerte siempre culmina su trabajo" pues, si seguimos un carpe diem, éste se encuentra en este libro.
Y a ti, Fernando, no sólo te felicito sino que sabes que te admiro como poeta y como persona. En ti existe una coherencia absoluta entre tus escritos y tu ser y, siendo así, tu poesía no puede más que calar hondo en todos nosotros, tus lectores.
Un abrazo para Carlos Hugo y otro grandote para ti.
ENHORABUENA, FERNANDO...
Tu calidad humana va de la mano con tu calidad como escritor y artista!!!
Un abrazo inmenso!
muchas gracias por vuestras palabras, es un estímulo para seguir trabajando
un abrazo, charo, pakiba, mara, sofía
y mayte
Fernando
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