I
En los intersticios de la noche
El silencio trae a mi memoria
La pulsión de tu rostro de arcilla
Tallado en la vidriera del tiempo
Y tal vez hayamos muerto
Cuerpo a cuerpo el frío
Nos vence sin remisión
Como la injusta ley que nos parió
Para fatalmente asesinarnos
Sólo somos el cordón umbilical
De los años
Y ahora sí estamos muertos
II
La voz me acompañó desde niño,
su metálico sonido era casi siempre
el único vestigio cercano de vida
y el testigo exclusivo de mis actos
La voz me precedía, previno simulacros
mostrándome atajos menos sórdidos
y su compañía me resultó imprescindible
Hasta el día que me reprochó con dureza
cuánto había cambiado
III
Sólo soy un sobreviviente, a mi alrededor
el otoño ha deshojado todos los árboles que planté
y en su desnudez mi nostalgia los confunde,
resultan tan extraños que no reconozco ni su género
Nada espero en este instante preciso bajo una cúpula
de nubes emplomadas que presagian tormenta,
quizá la noche me regrese a la infancia
y la lluvia amortigüe el ruido de mis pasos
Un relámpago, el trueno, en este contexto vuelve
la realidad, la sensación de alcanzar a superar
mi incertidumbre
IV
No, aunque lo desearas no estás sola en el mundo
Hay luces en tus noches que desvelan sombras
Son seres humanos que llenan las ciudades
Y tu culpa es alícuota por compartir silencios
Es falso que tus labios muestren una tristeza finalista
Como animal herido que aguarda recostado la muerte
Desde el día que decidiste por los dos la separación
¿Qué puedo hacer si has olvidado hasta mi nombre?
1 comentario:
Realmente es un lujo tener la oportunidad de leer poesía tan interesante.
Un saludo.
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